22 mayo 2009

Click, click, click

ALUCINACIONES EN TORNO A UNA MANO MUERTA
(Original en inglés, escrito en mayo de 1944)

(La ofreció a Robert Lorrey y Peter Lorre, pero al productor, William Jacobs, no le gustó. Buñuel quedó sorprendido cuando en 1947, en México, vio The beast with five fingers, dirigida por Florey e interpretada por Lorre, donde utilizaron la idea).

(La idea está ya en embrión en Un perro andaluz y fue de nuevo introducida en El ángel exterminador).


Un hombre está leyendo tranquilamente en su escritorio. Son alre­dedor de las once de la noche. Ante él, un grueso libro abierto.

En ese momento comienza a oírse de fondo una música sobrenatu­ral.

Oímos, lejano, el canto de un gallo. Como un eco, se oye el mismo canto más cerca, pero con la banda sonora pasada al revés. Arde el fue­go en la chimenea. Se oyen extraños ruidos. Uno de ellos despierta la atención y las temerosas sospechas del hombre: es como si una mano hubiera roto brutalmente las cuerdas de algún instrumento musical.

Son las once de la noche. Oímos el carillón de la torre de la iglesia desgranando las horas y, como reverberación de un eco, el mismo cari­llón, pero con el sonido al revés.

El hombre mira a su derecha. Ve el cordón del timbre de su habita­ción oscilar como movido por una mano. Decididamente alarmado, mi­ra con miedo a su alrededor.

"Click, click, click'.

(Sonido que recuerda el producido por el dedo medio al chasquear contra la base del pulgar).

"Click, click, click".

Un libro cae del anaquel. Se desmoronan los troncos en la chime­nea.

El hombre seca el sudor de su frente con un gran pañuelo, que coloca ante él, en la mesa, nerviosamente.

"Click, click, click".

Esta vez el ruido llega desde la mesa, cerca del pañuelo. El hombre es­tá muy asustado.

Ve como el pañuelo se mueve lentamente. Sus pliegues se mueven como los pétalos de una flor carnívora. (Esta toma y las siguientes con el pañuelo y la mano, al ralentí).

Súbitamente, la más inesperada y horrible cara aparece entre los plie­gues del pañuelo que envuelve el extraño rostro como un sudario.

El rostro no tiene frente, y entre los dos minúsculos e inhumanos ojos negros una nariz afilada y sobresale de una boca sin dientes y solamente dotada de mandíbula inferior. Este rostro se convierte lenta e inesperadamente en una mano que empieza a deslizarse hacia el aterrorizado personaje.

(Esta cara está formada por una mano cuyo dedo medio corazón ha­ce de nariz, formando el pulgar la mandíbula inferior. Los ojos son dos puntos negros como dos perdigones.)

El hombre se levanta y retrocede, mientras la mano continúa desli­zándose.

(En todo momento ha de verse la mano deslizarse y no caminar, porque entonces podria ser asociada de inmediato con la representación de una rata común).

Cuando la mano alcanza el borde de la mesa, cae al suelo de plano, produciendo un ruido similar al de una palma abierta al golpear un mon­tón de masa.

La mano permanece un momento inerte, atontada sobre el suelo.

El hombre empieza a reaccionar. Su miedo va trocándose en rabia, pero aún retrocede cuando la mano inicia de nuevo su avance. El hom­bre se rehace y rebusca en sus bolsillos como si intentase encontrar un arma. No tiene nada. Mira en torno suyo buscando algo con que aniqui­lar a su obstinado enemigo.

Cerca de el ve una pequeña estatua de bronce sobre un pesado po­dio de mármol. Rápidamente, aparta la estatua, levanta el podio en sus brazos con fuerza y lo deja caer con furiosa decisión sobre la atosigante mano. Queda casi destrozada. Dos ó tres dedos sobresalen de la base del podio. Los ojos del hombre se abren sorprendidos.

El podio se desliza en dirección suya. La mano carga con él como un caracol su concha.

Aparta el podio a puntapiés a toda prisa e inclinándose coge la ma­no por el dedo corazón. Los otros dedos cuelgan lastimosamente, fofos e inarticulados como un guante.

El hombre se dirige a la ventana, la abre y arroja fuera la mano, pero apenas ha conseguido desembarazarse de ella cuando la mano regresa como empujada por un viento imaginario y se estrella contra su cara con la palma abierta, repitiendo el característico ruido de una mano que golpea la masa.

El hombre agarra otra vez la mano y la tira por la ventana, cerrándo­la de inmediato. Esta vez está seguro de haberse librado de ella.

Aún jadeante regresa hacia su escritorio, cuando de pronto su rostro se contrae con repulsión y horror. Con las manos en su pecho y los ojos desorbitados ve cómo los dedos de la mano salen lentamente de su ca­misa medio abierta y la mano emerge de su propio pecho.

Loco de rabia, coge con decisión el órgano mutilado y lo sujeta fu­riosamente con su mano izquierda mientras empuña una daga con la de­recha. Se dirige a la mesa y coloca la mano muerta sobre ella.

Las dos manos izquierdas, la viva y la muerta. El espectador desco­noce cuál de las dos manos es la muerta.

Primer plano del hombre con el rostro enfurecido y alzando la ma­no derecha, en la que empuña la daga, mientras dirige una mirada de odio a las manos situadas sobre la mesa. Baja la daga. Hace descender el puñal.

Primer plano de las dos manos izquierdas. El puñal atraviesa una de ellas. Alarido de dolor. Una de las manos ha quedado clavada contra la, mesa por la daga. La otra comienza a deslizarse. E1 hombre ha atravesa­do su propia mano.

Con decisión, extrae la daga y detiene la mano deslizante con un simple golpe de puñal, clavando por fin la mano muerta sobre la mesa.

Luis Buñuel
5642 Fountain Avenue, Hollywood (28), Calif.

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